sábado, noviembre 18, 2006

Azúcar a escondidas


Camina lento el general sobre el mármol de espejo.
La ventana, mostrando el triste valle.
Campaña desastrosa,
todos muertos.
La colina no pudo ser tomada,
todos muertos.
Terrible fue el asedio,
todos muertos.
Un dolor intenso en el ojo perdido,
una nube se enreda en el que aún le queda.
Y sus libros,
se acerca al anaquel sin ruido,
toma uno al azar,
marfil quebradizo en las manos.
El viejo cíclope
deslumbrado
quisiera leer pero no puede.
Se derrumba en el lecho
como un traje vacío,
cardenillo en las botas, sable dormido.
Ave con plomo entre sus alas,
cayendo el libro...
Los chiquillos,
el patio,
el traje de domingo,
cucharadas de azúcar a escondidas.
¿No duermes hijo mío?
y la madre le mira con su cara de hueso,
con su mortaja en blanco;
Se lo lleva en volandas con un beso en la frente.
El palacio resuena con un eco escarchado;
pareciera quizá,
que estaban todos muertos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades de nuevo :¬)

Lisola dijo...

Un placer leerte.

Un saludo.

Lisola.