Fue durante aquella época en que sólo tomaba tres pildoras diarias. ¡ Te lo supliqué tantas veces !... Pero, no tuviste piedad. Como un serrucho, tu desprecio me mordisqueaba el alma, y de nuevo, la nebulosa mental me hizo creer que tu arrogancia era mi consuelo.
Logré engañarte sin embargo, y durante unos días, me deshice de las pastillas escupiendolas lejos; entonces lo vi todo claro, salías por la ventana cada noche, sobrevolando la ciudad en círculos, con tus alas de negrura infinita. Yo simulaba dormir. Mientras la Luna resplandecía en mi cara, pensé que alguna vez, olvidarías cerrar la puerta de la jaula.